El Tártaro, es la región más profunda de la Tierra, creada a partir del Caos junto con las
otras entidades elementales que dieron lugar al nacimiento del mundo.
Hesíodo decía que su abismo era tal que si un yunque de bronce fuera arrojado desde el
cielo tardaría nueve días y nueve noches en llegar a la tierra, y otros tantos en llegar de la
tierra al Tártaro. O lo que es lo mismo, que la distancia entre el cielo y la tierra era la
misma que entre la tierra y el inframundo.
Para hacernos una idea de cómo los griegos imaginaban el cosmos, este era como una
gran esfera en forma de huevo en la que la mitad superior albergaba a los hombres y a los
dioses y la mitad inferior correspondía al Tártaro. El radio que dividía la esfera era la línea
de la tierra plana.
El Tártaro era como el sótano del Hades.
Mientras que éste último se situaba más allá del
océano, donde se perdía el horizonte y en los confines de la Tierra, el Tártaro estaba por
debajo de él. Allí iban a parar los peores criminales, los que habían infringido las leyes de
los hombres y de los dioses. Su destino: sufrir crueles tormentos eternamente. No en
vano el Tártaro era conocido como la mazmorra de los condenados.
Algunos de los que allí moraban eran personajes conocidos de la mitología griega.
Hablemos de algunos de ellos:
– Radamanto, gobernante de la isla de Creta y que destacó en vida por su integridad,
honestidad e imparcialidad. Por ello, fue elegido para ocupar el papel de juez en el
Tártaro. Su misión consistía en asignar a cada alma el justo veredicto y el
correspondiente castigo.
– Tisífone, una de las Furias que era la encargada de vigilar las puertas del Tártaro.
– Los gigantes Oto y Efialtes, que desafiaron a los dioses.
– Salmoneo, quien tuvo la osadía de compararse con el propio Zeus.
– Ticio, que intentó asaltar a la diosa Leto, madre del dios Apolo. Fue arrojado al Tártaro
y condenado a que dos buitres se alimentaran de su hígado eternamente.
– Ixión, que a pesar de lograr el perdón de Zeus por asesinar a su propio suegro, abusó de
la buena fe del dios e intentó seducir a su esposa Hera, por lo que fue condenado a girar
atado a una rueda por toda la eternidad.
– Pirítoo, que tuvo la mala suerte de bajar con su amigo Teseo en busca de Perséfone y
quedó atrapado allí mientras que sólo Teseo pudo ser liberado por Hércules.
– Sísifo, condenado a empujar una gran roca colina arriba una y otra vez. De hecho, los
griegos creían que Sísifo era el disco solar, que día tras día asomaba sobre el horizonte,
subía y luego bajaba hasta enconderse tras él.
Y no olvidemos a los Titanes que fueron arrojados al Tártaro por Zeus por haberse
rebelado contra él en la batalla conocida como Titanomaquia.
Lo Hecantonquiros eran habitantes por derecho propio en el Tártaro. Los griegos los
representaban como tres gigantes con cien brazos y cincuenta cabezas cada uno. Eran
dioses de las tormentas y los huracanes que ellos mismos desencadenaban en el Tártaro.Los Cíclopes eran sus hermanos y los encargados de fabricar los rayos y los truenos para
el dios del Olimpo, Zeus.
El Tártaro engendró junto con Gaia a Tifón, su única descendencia. La apariencia de la
criatura era tan espantosa que cuando los dioses lo vieron huyeron aterrorizados. Tifón
poseía cien cabezas que llegaban a tocar el mismo cielo. De sus ojos salía veneno y por su
boca expulsaba lava ardiente.
Tifón llegó a enfrentarse al mismo Zeus en una terrible batalla. Pero el dios del Olimpo
logró arrojarlo a la boca del monte Etna donde permanece hasta nuestros días,
desprendiendo lava y fuego por su cráter.
Por su parte, Zeus perdonó la vida a Equidna, su compañera y a sus hijos Cerbero,
Quimera, Ladón, Esfinge, el León de Nemea y la Hidra, para que los futuros dioses
tuvieran retos a los que enfrentarse y así probar su fuerza y valentía.
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